La imagen del Buen Pastor es la representación simbólica más común que se encuentra en el arte cristiano primitivo en las catacumbas de Roma, antes de que pudiera ser más explícita. Esta representación de Jesús continuó utilizándose en los siglos siguientes después de la legalización del cristianismo en el Imperio Romano (313 d.C.).

En el Evangelio de Juan, Cristo nos habla refiriéndose a sí mismo como el Buen Pastor:

"Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por las ovejas. El que es mercenario, y no pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona a las ovejas y huye, y el lobo se las arrebata y las dispersa. El mercenario huye, porque es un mercenario y no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y a las que son mías, ellas me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y daré mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil, y a éstas también tengo que traerlas; Escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor. Por eso el Padre me ama, porque doy mi vida para redimirlas. Nadie me la quita, soy yo quien libremente la doy. Tengo poder para darla y tengo la autoridad para recuperarla; este mandamiento lo he recibido de mi Padre".

¡Permanezcamos unidos a nuestros sacerdotes con la oración y la obediencia!