Cuando el ángel Lucifer se rebeló contra su Creador, deseando que Dios estableciera con él el pacto que había establecido con el hombre al hacerse hombre, pretendiendo ser como el Altísimo, entre el ángel enojado y el trono del Todopoderoso estaba "uno de los príncipes principales" (Dan 10:3). Un serafín incomparablemente más espléndido y fuerte, que en los Cielos exclamó: "¿Quién como Dios?" Y millones de espíritus celestiales repitieron el mismo grito de fidelidad.

Este signo de fidelidad, que en hebreo se llama Mi-ka-el, se convirtió en el nombre de aquel serafín que, por su singular caridad, fue el primero en levantarse en defensa de la Divina Majestad ofendida. 

San Miguel Arcángel, que fue así el primer adorador del Verbo Encarnado, es el defensor y protector de la Santa Iglesia y del Pueblo de Dios en los tiempos de angustia. Él es también el que acompaña a las almas de los muertos al Cielo.